Sé que eres una femme fatale, una coleccionista de miradas, y sé también que soy el siguiente en tu lista de caprichos, sé que no saldré bien parado y sin embargo también sé que seguiré adelante. Después de todo quiero probarte, tu fama te precede, aunque esto signifique trocar una parte de mí por una enorme jaqueca crónica. No te sientas mal, no sé ni por qué te compadezco puesto que en el fondo sé que te dará igual siempre y cuando seas tú la que se salga con la suya. No temas por mí, no me planteo una existencia contigo más allá de este par de semanas, y no por el hecho de que me desagradaría sino más bien por lo inviable de intentar amarrarte.
Sin embargo, todas las que están hechas de tu materia prima tenéis la habilidad de desarmar mis precauciones, mi falso barniz de realidad, y entonces acaban por llegar los problemas y la situación se me va de las manos. De nada sirvieron las mil y una precauciones, sé que eres una devoradora de hombres y una arruinavidas y sin embargo, quién sabe si debido al fetichismo que exhalan los masoquistas imposibles, intentaré conquistarte, someterte, amarrarte de la mejor manera que sé.
Obviamente esto será inútil, otras veces lo intentaron otros, mucho más avezados y entrenados en el arte de la seducción, y salieron siempre mal parados. No voy a evaluar tu calidad moral, ya que es tu condición natural la que te ha hecho así, nunca te pediría explicaciones y nunca te preguntaría más allá de lo estrictamente necesario para nuestra relación, conozco vuestros códigos, los he sufrido, pero aquí estoy sin poder evitar la persecución de una fantasma.
Sé que harás alarde de tus artes dramáticas, que serás encantadora y que me harás sentir el hombre más exclusivo y especial del mundo, como también sé que esto no es más que parte de tu macabro don en cuanto a que esto mismo se lo hiciste sentir a los demás y ahora mismo se lo haces sentir a otros, tranquila, no me importará y acabaré creyéndome ese palacio ficticio que me presentas, entonces serán cuando empiecen los problemas. Que conste que no estoy dudando de tus sentimientos, solo denunciando la caducidad temprana de los mismos.
Pero qué otra cosa puedo hacer, volvería a tropezar contra la misma piedra una y otra vez si con ello tengo la posibilidad de cobrarme esas horas del indecible placer de tu compañía. Volvería a pelearme una y otra vez por la mísera satisfacción de la reconciliación, a fin de cuentas todo acaba resumiéndose a un problema de cifras y magnitudes.

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