viernes, 20 de mayo de 2011

Negro oscuro.


Esta noche puedo escribir la prosa más triste, y regocijarme en el más sucio fango, lo veo todo de color oscuro casi negro y me siento más solo y liberado que un desterrado, podría relatar las anécdotas menos reconfortantes y matar tus esperanzas no una sino dos veces, podría hacer que odiaras tu vida y este mundo nauseabundo, minar tus convicciones y aniquilar tus aspiraciones. Podría inclinarte a eliminar de tus paisajes cualquier vestigio de poesía e inmunizarte contra la más idealizada belleza. También podría desengañarte sobre la fragilidad de tus lazos afectivos y emocionales así como invitarte a abrazar la muerte como única opción de supervivencia.
Y  todo esto de la forma más natural y mecánica, no me valdría de graves traumas de la infancia ni de heridas incicatrizables del alma, no necesitaría potenciar tu desasosiego con drogas ni bañarte en un desequilibrante licor, no necesito conocer cómo te fue el día ni detalles útiles o superfluos de tu biografía, me sería indiferente si eres o no eres de una familia estructurada, si estás o no arraigada, puesto que los animales sienten dolor porque pueden huir mientras que las plantas mueren sin darse cuenta, estáticas. No requeriría conocer tus creencias, ni tu afiliación ideológica o política ni tu índice de materialismo o agnosticismo, cosas diferentes pero igualmente inútiles para el propósito que nos ocupa.
Podría hacerlo y lo haría sin dilemas morales ni escrúpulos de ninguna clase, el caso es si hacer esto… ¿me serviría de algo?

lunes, 16 de mayo de 2011

Puntos de vista.



Bueno… ¿qué tal te va la vida Aurita?

-Muy bien querido, Armando y yo ya llevamos juntos tres meses, una semana, cinco días y, a ver…. 3 horas y media, estamos muy felices, estamos muy enamorados, casi todos los días hacemos el amor una o dos veces (“eh quieto parado, por aquí no paso, pero qué está ocurriendo, cuentas las horas transcurridas desde una formalidad absurda, qué pasa, ¿que antes de ese 25 de marzo a las 8 y pico de la tarde no erais felices y no hacías el amor sino que solo os dedicabais a follar y a intercambiar fluídos como dos animales primarios?, y ahora me miras y me hablas de amor con una mirada límpida y clara parapetada entre dos ojeras como dos girasoles resultado de una noche … ¿mágica?").

-Ah muy bien, me alegro por ti Aurita –dije con desdén desde el cálido banco de madera del parque mientras observaba una paloma moribunda que esperaba el momento de lanzarse a la calzada.

-Claro que sí, por fin alguien que me quiere por como soy, para celebrar nuestra primera semana de novios me llevó a un restaurante vanguardista y me regaló una flor de azafrán con guirnaldas doradas, ¡un detallazo!, para septiembre nos vamos a ir a París una semana, va a ser increíble, allí … paseando por los Campos Elíseos agarraditos y por la noche cenar con la Torre Eiffel iluminada de fondo, es l’amour … ¿verdad? (Claro Aurita, claro que te quiere por como eres, por tus caderas pardas y sempiternas, por tus pechos, pequeñitos pero con una morfología y una colocación indecibles, por esos labios carnosos y por tu encomiable candidez, a veces estúpida pero repugnantemente encantadora, que detalle ¿eh? Una flor de azafrán nada más y nada menos. Aunque esto tiene un pase lo que ya me parece inadmisible es oírte divagar sobre lo que haréis dentro de unos meses, cuando ya tu cuerpo no sea una selva indómita por someter, tras un verano de tentaciones en cada esquina en forma de cuerpos desnudos o camisetas mojadas, de pantalones ceñidos y minifaldas imposibles sobre pieles vivas de color caoba. Aprovéchate y da gracias de que aún los pensamientos ocultos de Armando no cristalizaron en actos y de que aún te puede exhalar un te quiero ahogado en la nuca tras un orgasmo placentero, un te quiero que aunque sea mentiroso no por ello es falso porque todavía lo dice con sentimiento. Pero no, por favor no te engañes, somos amigos de hace mucho y te veo dirigiéndote sin opción hacia el precipicio, tu belleza es tu principal hándicap, así que no te engañes, las desavenencias de tu carácter tus caderas la metabolizan en poesía, nunca te verán como un igual sino como un camino de autosatisfacción, maldita candidez...).

Antropología entre terminales.



Cada vez que cogemos un avión seguramente no lleguemos nunca a ser conscientes de la cantidad de información y estímulos que recibimos, dirán que me equivoco, que no hacemos más que cruzarnos con un caudal inmenso de gente, nada especial ni distinto al que tratamos diariamente por la calle o en cualquier otro ámbito cotidiano. Precisamente aquí radica el quid de la cuestión, en el contexto de encontrarnos en una terminal dispuestos a subirnos a ese incierto futuro denominado avión, una situación forzada, un tránsito obligatorio y desnaturalizado de cualquier tipo de control que pueda considerarse “libre”, porque todos quieren ir a un sitio, de acuerdo, esa es la finalidad y es fruto de una voluntad, sin embargo cuando el avión es el medio todo cambia drásticamente. Ahora me dirán que un autobús,  un coche o un tren son también medios con carácter de trámite para alcanzar una finalidad, pero serán transportes acorde con la condición terrestre del ser humano, en cambio un ser humano en el aire –aunque sea el sueño de muchos volar- no está en su medio natural, en cierto modo es una alienación, igual que vivir por la noche y dormir por el día.
Si a todo esto le unimos el aterrador panorama de confiar nuestro desplazamiento a una máquina de la que a menos que seamos ingenieros aeronáuticos no tendremos ni la más mínima idea, y que es controlada por una misteriosa voz a la que nunca le ponemos cara, la situación se convierte cuando menos en aterradora o cómica puesto que el equilibrio en los humanos es poco menos que una quimera. Si a estos factores externos e irremediables le unimos las variables propias de cada individuo viajero, ya sea su predisposición y su índice de aprensión, acabamos creando un cocktail explosivo.
Partiendo de esta intensificación emocional externa se comprenden conductas tan dispares como fobias solo reprimidas a base de Diazepan, frivolidad extrema y parodias de muerte, lecturas impulsivas sin comprensión, situaciones de stress o diversión en alternancia… Todo esto en cuanto a manifestaciones externas de comportamiento, pero no queda la cosa ahí, tampoco debemos olvidar aquellas manifestaciones más propias del subconsciente pero igualmente interesantes, cuestiones pertenecientes al mundo simbólico. Por un lado tenemos al turista tipo, aquel que llevaba un letrero diciendo que es turista con su gorra de pescador, sus pantalones cortos, sus sandalias y sus camisetas de colores lisos; y por otro lado tenemos a aquellos que van al aeropuerto con sus mejores galas, como si salieran de fiesta, de hecho las mujeres más hermosas no se ven ni por las calles de Roma, París o Londres, sino en sus terminales. Algo que vendría a confirmar esa idea de viaje aéreo con destino incierto e incertidumbre, puesto que no se sabe lo que puede ocurrir, al menos estemos decente, algo así como una penitencia o una unción de enfermos. Obviamente estas ideas no tienen más ambición que la de ser divagaciones estúpidas, pero por otro lado esas conductas no dejan de ser ciertas. En cualquier caso por encima de toda esta tensión siempre tendremos un ejemplo perfecto de templanza y equilibrio en los cuerpos de azafatas y azafatos –y quiero pensar, mientras viajo de vuelta casa, que también en el piloto-, posiblemente los únicos individuos que hacen del aire otro medio complementario al terrestre.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Carta a una "femme fatale".


Sé que eres una femme fatale, una coleccionista de miradas, y sé también que soy el siguiente en tu lista de caprichos, sé que no saldré bien parado y sin embargo también sé que seguiré adelante. Después de todo quiero probarte, tu fama te precede, aunque esto signifique trocar una parte de mí por una enorme jaqueca crónica. No te sientas mal, no sé ni por qué te compadezco  puesto que en el fondo sé que  te dará igual siempre y cuando seas tú la que se salga con la suya. No temas por mí, no me planteo una existencia contigo más allá de este par de semanas, y no por el hecho de que me desagradaría sino más bien por lo inviable de intentar amarrarte.
Sin embargo, todas las que están hechas de tu materia prima tenéis la habilidad de desarmar mis precauciones, mi falso barniz de realidad, y entonces acaban por llegar los problemas y la situación se me va de las manos. De nada sirvieron las mil y una precauciones, sé que eres una devoradora de hombres y una arruinavidas y sin embargo, quién sabe si debido al fetichismo que exhalan los masoquistas imposibles, intentaré conquistarte, someterte, amarrarte de la mejor manera que sé.
Obviamente esto será inútil, otras veces lo intentaron otros, mucho más avezados y entrenados en el arte de la seducción, y salieron siempre mal parados. No voy a evaluar tu calidad moral, ya que es tu condición natural la que te ha hecho así, nunca te pediría explicaciones y nunca te preguntaría más allá de lo estrictamente necesario para nuestra relación, conozco vuestros códigos, los he sufrido, pero aquí estoy sin poder evitar la persecución de una fantasma.
Sé que harás alarde de tus artes dramáticas, que serás encantadora y que me harás sentir el hombre más exclusivo y especial del mundo, como también sé que esto no es más que parte de tu macabro don en cuanto a que esto mismo se lo hiciste sentir a los demás y ahora mismo se lo haces sentir a otros, tranquila, no me importará y acabaré creyéndome ese palacio  ficticio que me presentas, entonces serán cuando empiecen los problemas. Que conste que no estoy dudando de tus sentimientos, solo denunciando la caducidad temprana de los mismos.
Pero qué otra cosa puedo hacer, volvería a tropezar contra la misma piedra una y otra vez si con ello tengo la posibilidad de cobrarme esas horas del indecible placer de tu compañía. Volvería a pelearme una y otra vez por la mísera satisfacción de la reconciliación, a fin de cuentas todo acaba resumiéndose a un problema de cifras y magnitudes.

martes, 10 de mayo de 2011

Ítaca.



Muchos meses han pasado desde que inicié mi viaje a Ítaca, en todo este periplo he visto tantos bellos lugares que me he inmunizado contra la belleza, he conocido personas de toda ralea, moral y condición, también he contactado con las musas y en algunos casos con alguna que otra femme fatale disfrazada de musa,  he coleccionado mil aromas, he recorrido cientos de millas, he parado en decenas de estaciones y de puertos, he sentido varias lenguas, he amansado más de mil experiencias, he descubierto nuevos horizontes y he acordado el descubrimiento de otros para el futuro. He compartido mesa con gente del lugar, con gente de otros credos, con gente como yo, con gente especial, con gente subnormal, con gente a secas, y de todos ellos he intentado experimentar  sus usos y sus gustos.
He visto cientos de amaneceres diferentes  y algún que otro más atardecer, me he conmovido, he llorado, he reído, he odiado, he amado, he querido, me he divertido y aburrido, he olvidado y he recordado, he necesitado, he prestado, he cogido, he dado, he añorado, no he buscado y sin embargo he encontrado, así como he buscado sin haber encontrado. He divagado sin rumbo y sin embargo nunca tuve la sensación de andar errado. He tenido objetivos, algunos cumplidos, otros fracasados.
Por si acaso todavía no llegas a entender que es Ítaca, primero te diré que no debemos hablar de Ítaca sino más bien de Ítacas, Ítaca aunque te parezca contradictorio no es un punto geográfico escondido entre paralelos y meridianos, tiene muchas caras puesto que existe una Ítaca interior y otra exterior, desde aquella  hermosa Penélope que desde la lejanía nos decía hasta luego hasta aquel recodo del camino en el que nos encontramos inverosímilmente después de andar perdidos, Ítaca es un aprendizaje, un camino de perfección, un camino de elección, el camino de llegar a ser lo que se debe ser.
Cada uno tiene sus propias Ítacas y su misión debe ser por tanto encontrarlas, unas veces se distinguirá su silueta sobre el mar turquesa, otras, se difuminará como un espejismo como la arena entre nuestros dedos, incluso habrá veces en que nunca –y cuando digo nunca es nunca- ni siquiera llegaremos  a avistarla, a sentirla ni a tocarla. Si eres afortunado y has sabido granjeártelo llegarás joven y vigoroso y podrás disfrutarlas,  otras, sin embargo,  llegaremos a esas Ítacas para morir dulcemente después de un largo y rico camino.
En cualquier caso no se debe desistir, las Ítacas nos esperan, nos observan, encarnadas en ese compañero de viaje aún por encontrar, a través de ese amor aún por conocer, a través de ese sueño por cumplir, a través de esa ilusión aún por vivir, hagamos que nos acechen, nunca nos rindamos ante la adquisición de experiencias y conocimientos con los que desnudar esas Ítacas para hacerlas de carne y hueso. Ítaca quizás te frustre, quizás te niegue la felicidad si acaso se puede asegurar que esta exista, pero nunca dejará de enriquecerte, de concienciarte, de hacerte sentir un “ser humano”.
Si después de esto todavía te preguntas qué son las Ítacas, olvídate de ellas porque nunca las encontrarás ni merecerás encontrarlas.

lunes, 9 de mayo de 2011

Tras una sombra (II)



Quizás hayas sido para mí demasiadas cosas: una disculpa a destiempo, un quiero pero no he podido, un juego de celos a dos bandas, un insulto y una alabanza, un pudo ser o no haber sido, un teléfono roto contra el suelo en mil pedazos y lanzado por la ventana a posteriori, una prisión y una liberación, una risa unas veces bonita, otras veces irónica, un momento de desnudo emocional intercalado con otro de incomprensión oral, un error de interpretación o mejor dicho un particularismo cultural difícil de digerir, una pataleta de niño, una llamada de atención injustificada, una necesidad de contacto en realidad no necesitada. Has sido tantas cosas que al final por sí solas estás por ser nada, nada más allá de un capricho, mi capricho.

lunes, 2 de mayo de 2011

Tras una sombra.




No sé qué demonios tienes, ni siquiera me tienes enamorado, apenas puedo asegurar que llegues a gustarme, y sin embargo aquí me tienes por gentileza tuya cenando techos de madrugada. Mi actitud es totalmente condenable, más aún cuando otras pierden el culo por mí y sin embargo las miro y no las tomo en serio, no despiertan en mí mayor interés que el de un caramelo a un niño pequeño, algo fácil, frugal, de caducidad temprana, tan exentas de interés que llego a desnudarlas con ojos fraternales.
Quizás sea tu mirada negra siciliana que escudriña hasta las entrañas, esa pasión al hablarme de tanta cosa o esa ficticia dulzura que se difumina en los gestos para dejar salir una personalidad de tanto carácter. Quizás sea ese lunar fetiche de tu abdomen, o tus caderas bien labradas, o quizás esos discursos sobre maoríes y antropólogos locos.
El caso es que estoy seguro de que ni siquiera me llegas a gustar y sin embargo no paro de preguntarme cómo es posible que me obligues a jugar a ese juego tan macabro, no paro de divagar el por qué de que des un paso para delante y dos para atrás o viceversa, el por qué de esas pérfidas alabanzas y esos trueques de manos, entrelazados con demandas sin respuestas y gélidos silencios, el por qué de tantos te quiero ver sazonados con descontextualizados insultos adolescentes que después van seguidos de escapadas injustificadas.
Curiosamente hace tiempo que te taché de mi lista, y aún así te niegas a salir, siempre acabas volviendo como un gato encelado, siempre acabas frotándote en mi pantorrilla, siempre acabas comiendo de mi comida, y siempre acabo aceptándote, y todo para qué, para que a la mínima que intento asediar tu sombra acabes fugándote entre las brumas.
Sinceramente, con tu mismo relleno, creo que si no fueras tan impenetrable, ni tan desafiante ni tan troyana no tendrías para mí el más mínimo interés y tiempo hace que habría dejado de tener sentido tanta inversión energética. Y lo más curioso de todo ¿sabes qué es? Que si no acabo cercándote no tendré nada más que una crisis de identidad por no haber sido capaz de someterte.

domingo, 1 de mayo de 2011

Nací en el Mediterráneo.



Nunca negaré nuestra relación de amor y odio, nunca olvidaré nuestros primeros revolcones, y con el paso de los años por fin empiezo a sentirme en deuda contigo, agradecido, porque si bien nuestro encuentro fue casual, si bien podría haber nacido en otro lugar, di mis primeros pasos junto a ti, me alimenté de tu sal y de tus peces, contigo jugué a mis primeros pilla-pilla, tú fuiste el primer aroma que degustaron mis fosas, tú fuiste la primera inmensidad en la que se perdieron mis ojos, tú te convertiste en testigo de mi clandestinidad, de mis primeros amoríos, en mi primer psicólogo cuando estaba al borde del colapso con ese contoneo tuyo que volvía a mostrarme el ritmo, a hacerme recuperar el sur en vez de perder el norte.
Y sin embargo, alma ingrata, siempre te negaba, siempre te rehuía, siempre te identificaba como uno de mis verdugos, y tú en cambio me respondías -y me sigues respondiendo- con postales de ensueño, pero no te quería oír, siempre empeñado en buscar el paraíso por otros derroteros, siempre empeñado en criticar tus creaciones, siempre negando mi propia identidad. Por suerte, con los años he empezado a reconocerme en el reflejo de tus aguas de mil colores, he empezado a reconciliarme y poco a poco a aceptarte, y a sentirme parte de ti, y en última instancia a enorgullecerme de ello.
No ha sido una conversión fácil, he tenido que recorrer mil caminos, verte escapar desde Tarifa, desgastarme entre Playamar, la Malagueta y la inmisericorde Misericordia, profanar tus paraísos ocultos en Maro, acecharte desde más de mil miradores desde Nerja  a Barcelona pasando por Valencia, y siempre con el mismo regusto  a viejo conocido, siempre encontrándote paralelismos con mil lugares de mi memoria. Te he visto nacer en Nápoles y te he visto devorar  su imponente golfo, reflejar los rayos de fuego contra la silueta negra e imponente del Vesuvio. He violado con la mirada a unas de tus cientos de niñas bonitas en Positano, en Amalfi, en Sorrento. He buscado tus orígenes en Cuma y Pozzuoli y te he mirado en Capri con mis ojos, heridos y desbordados, de contemplar tanta idealizada belleza.
Y solo ahora empiezo a aceptarte, a fundirme con la hermosura de tus arenas, de tus cañaverales, de tus acantilados, a cortejarte, a enamorarme de tus casitas encaladas y de tus casitas de colores que se desploman vertiginosamente contra ti, a reconocerte como el lugar más maravilloso del mundo, no quiero Amazonas ni Pampas ni Cubas, no quiero Saharas ni sabanas, no quiero ciudades de hierro ni grandes llanuras, no quiero océanos preciosos pero inexpresivos, no quiero Chinas ni Indias, solo quiero que me dejen, en paz, contemplando tus playas de invierno y tus atardeceres rojos.