Dos mil quinientos años después érase un estado llamado España, en donde un Parlamento durante cuatro años tiene una potestad tiránica para gobernar y atar y desatar a su antojo sin la más mínima participación ciudadana o empatía con las necesidades del pueblo, sin ninguna posibilidad de intervención por parte de unos ciudadanos cuya única esperanza es esperar como buenos súbditos otros cuatro años con la única esperanza –o desesperanza- de que el nuevo gobierno no lo hará peor que el anterior, con unas “tribus-regiones” que eligen proporcionalmente más diputados que otras, diputados que por otra parte acceden a su escaño mediante una oscura promociòn interna dentro del partido al que se afilian ideològica y dogmàticamente olvidando pensar por ellos mismos, que en demasiados casos están inmiscuidos en tramas de corrupción y al mismo tiempo intocables ante la ley por efecto y gracia de ese mismo cuerpo de leyes que llaman “Constitución” y que aparte cobran su paga asistan o no las sesiones parlamentarias. Una democracia en donde existe un organismo llamado Senado que nadie sabe muy bien para qué sirve y una institución monárquica por la que todavía nadie ha sido interrogado sobre su conveniencia o inconveniencia y que por supuesto no fue instaurada por elección democrática en su día. Pero aun así hay quienes siguen gritando con la boca llena “Régimen monárquico parlamentario” o ”Monarquía democrática”.
Dirán que la población del Ática giraba en torno a la centena de millar mientras que la de España roza los cincuenta millones, pero entre ambas ha habido dos mil quinientos años de… parece ser que ¿inexperiencia?, ¿insuficientes para haber aprendido un poquito de esa cosa que cuando la decimos se nos llena la boca: De-mo-cra-cia?
Eso sí, seguiremos disfrutando de las batallitas contra los persas, la hazaña de Filípides regresando de Maratón, los trescientos y pico largos de las Termópilas y la milagrosa victoria de Pausania en Platea, por cierto, el mismo Pausania que de héroe pasó a villano y fue ostratizado y despojado de su cargo de "almirante" cuando circuló la sospecha de que quería hacerse tirano de una isla de la Jonia. Pero parece que de los griegos sólo nos hemos quedado con las estatuas y los vasitos de ceràmica.





