viernes, 26 de agosto de 2011

Los hijos del clan.


Todo nuevo hijo que madre daba al clan de Cierva desde muy pronto iniciaba el camino de aprendizaje que debía prepararle para superar el desafío de madurez. Desde pequeños, cuando todo el clan se reunía alrededor de la hoguera para contar las anécdotas del día, oían las historias de como los primeros hijos del clan  superaron con ayuda del fuego el miedo a ese mundo negro que estaba a sus espaldas y que se abría en lo más profundo del abrigo de la gran montaña que les servía de hogar, un mundo tenebroso y oscuro, mucho más que la noche, del que apenas le llegaban susurros ininteligibles y ecos de gotas que caían sobre lagos invisibles que se perdían en el vació de la oscuridad sin ser vistos. Desde entonces habían nacido tantos hijos en el clan que les era imposible recordar los nombres de sus antepasados, claro que el respeto y el ejemplo de su enorme valentía estaban todavía en boca del clan.
Los jóvenes también oían ensimismados las historias de aquellos hijos del clan que no se conformaron solamente con penetrar en la oscuridad del mundo negro, y que dejaron dibujadas las siluetas de cierva, el ánima del clan, junto a unas rayas y marcas desconocidas que todavía no acababan de comprender. De  estas historias también grababan en su memoria la situación de la cierva y los pasos a atravesar para llegar a ellas, pues todos sabían que tarde o temprano como hijos del clan debían demostrar su valía y sellar su pertenencia al clan encontrando esa cierva roja de la que habían oído tanto hablar, para ello, tenían que vencer el terror a lo desconocido y adentrarse en el mundo negro, con ayuda del fuego y de la cuerda, debían vencer a la excitación y templar sus nervios ya que la entrada en el mundo negro no suponía solo un viaje de ida, y debían tener capacidad de organización, la misma que no muchos amaneceres después les serviría tanto en el mantenimiento del clan y como en la caza.
Sólo después de esto podían llegar al disfrute y el estremecimiento de ver por primera vez a cierva roja a través de la luz del fuego, padecer el éxtasis de haber sido capaces de encontrarla después de haber superado decenas de obstáculos y peligros, y lo que quizás sea aún más importante, conseguir la aprobación del mentor  que los seguía a distancia y que una vez vueltos al mundo de la luz debía pedir a los demás miembros adultos del clan la aceptación de los jóvenes dentro del círculo de madurez.
De esta forma renacían dentro del clan gozando de todos los privilegios, ya podían participar en el aprovisionamiento de alimentos  como cazadores, pescadores o recogedores de frutos, tenían voz y opinión en las reuniones que decidían las actuaciones de las que dependía el futuro del grupo,  podían mantener  la supervivencia del clan con su sangre a través de su progenie y también conseguían el derecho a contar historias, pues no se entraba –y se regresaba con vida- todos los días en el mundo negro.

1 comentario: