Cuando inicies tu viaje a Nápoles
desearás que el camino sea corto
lleno de tranquilidad, exento de imprevistos.
No temas a los vendedores ambulantes
ni a los camorristas y al furioso revisor.
Jamás encontraras tales cosas en tu devenir
si tus pensamientos te llevan por la senda de la picaresca,
si una gran astucia toca tu cuerpo y tu espíritu.
Jamás contactarás a los vendedores,
a los camorristas y al fiero revisor,
si los alejas de tu alrededor,
si la desgracia no los cruza contra ti.
Ruega entonces que el camino sea corto
que sean pocas las horas muertas en la estación,
en que sufras esperas por primera vez vistas.
¡Con qué impaciencia, con qué desasosiego!
Entonces detente en las pizzerías del centro
y compra auténticas marinaras,
riccias y frollas, pastieras y babás
y mozzarella de leche de búfala.
Compra tantos sabrosos pasteles como puedas.
Visita una multitud de pueblos
para aprender y aprender como sobrevivir en Nápoles
Mantén siempre tu beca fija en tu mente
mantenerla es tu meta ultima
pero gástala al fin del viaje.
Es mejor no dejarla durar por largos años,
a ser posible volar a tu patria con un depurado italiano.
Alucinado con todo lo que habrás visto en Forcella,
deseando que en tu patria no gastes más tu suerte.
Nápoles te ha dado una hermosa experiencia
sin ella jamás hubieras sobrevivido al viaje,
pero no tiene más que darte.
Y si la encuentras pobre, Nápoles no te habrá engañado,
con la gran inteligencia que habrás ganado, con esa astucia
ya habrás entendido qué ha sido Nápoles.
(Inspirado/parafraseado en el poema "Cuando inicies tu viaje a Ítaca" de Constantino Cavafis)

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