jueves, 17 de febrero de 2011

Cazador de miradas

No sé si alguna vez le pasaron eso de ir andando por medio de una calle repleta, y de improviso sentir como una mirada ajena se clava como una flecha de fuego en tu retina mientras que al mismo tiempo te encuentras violando la intimidad de esos mismos ojos que pretendieron ser cazador y que al final acabaron siendo presa, lo cual no significa que los que acabaron cazando no acabaran heridos de muerte, pues ellos mismos fueron heridos previamente.

No necesariamente tiene que ser así, esto mismo puede suceder en un tranvía, en un ascensor, en la antesala de una consulta de un ambulatorio, en la panadería de la esquina, en una cafetería, en un mostrador de Mcdonalds, en cualquier lugar de cualquier cosa, sin embargo, no me negarán que es en la calle el lugar más embaucador, el más natural y aquel que tiene de especial el hecho mismo de la improbabilidad puesto que hay tanto sitios donde mirar que sin embargo acabaste fijándote en esos, esos malditos ojos verdes, azules, negros, marrones, turquesas, o cristalinos color miel...

Tantos ojos y a la vez tan únicos, que difícil es olvidar esos ojos, los mismos que te dejaron cicatriz como si de un marcador de hierro candente se trataran, ojos que por regla general acaban siendo anónimos, y esto es un drama, porque después de tanta prostitución visual, ¿qué menos que un "hola" idiota? o al menos un cínico ¿qué miras? Cínico porque obviamente sabes lo que mirabas y lo que te miraban puesto que fueron sensaciones encontradas.

Sin embargo nunca suele suceder nada, es una verdadera lástima, después de recuperarte del noqueo visual, de volver a vestir tus vergüenzas desnudas, solo entonces digieres el momento y le quitas importancia, y entonces recurres a los lastres culturales y sociológicos que te impiden hablarle a un
desconocido, o al inevitable resignamiento espacio-temporal, sin finalmente decirle que nunca una mirada te dijo tanto en tan poco, porque no nos engañemos, no duró más de medio segundo, o bien un segundo a lo sumo...

Pero seguramente nunca le dijiste ni te dijeron tanto en tan poco, un mensaje oculto que sin embargo no pasará de un tonto recuerdo y que solamente un bloqueo mental impedirá recuperarlo de la profunda memoria, todo con tal de evitar un desfallecimiento, la impotencia de los "¿por qué no?"
Ni que decir tiene que esa mirada nunca volverá, no te engañes, no hablamos de racionalismos, sino de pura química, de partículas y moléculas, de enzimas e impulsos electromagnéticos, cosas cambiantes y en continua evolución.


Otras veces, sin embargo, y estas son más peligrosas, llegan como un caballo de Troya, camufladas en una falsa intención, contradiciendo la tradición que compartías con la fuente de la que emanó esa mirada, el problema es que te llega y te envenena casi sin darte cuenta, al menos de forma consciente, y entonces subconscientemente le replicas, y ahí ya comienzas a sufrir el proceso. Deja de ser un "¿por qué no...?" para convertirse en un "¿Y por qué no?", y así de perras son las palabras, un simple nexo copulativo y cambia el sentido y las intenciones de forma radical -lo mismo sucede con ese tipo de miradas, aquellas que guardan ese matiz oculto- y entonces traicioneramente te llevan por un camino, un amargo e incierto sendero, que sin embargo al final puede depararte posiblemente un enorme don, ese que sobrevivirá hasta que nos convirtamos en polvo, cenizas y abono para las flores...

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